Hace unas semanas me encontraba viajando en un tren de
cercanías camino del aeropuerto. Era un día más, pero de repente me llamó la
atención algo que probablemente había tenido delante de mis narices en
innumerables ocasiones, pero nunca había caído en la cuenta como esta vez. La
mujer que viajaba sentada a mi derecha iba leyendo un ebook (algo de lo más
normal), y el chico de enfrente estaba totalmente abstraído trasteando con su
móvil (también normal). Pero empecé a fijarme en el resto de pasajeros y, para
mi sorpresa, absolutamente todas las personas que alcanzaba mi vista desde mi
asiento estaban con la cabeza agachada usando su móvil, su tablet, ebook…
¡absolutamente todas! Incluso yo estaba en ese momento hablando por whatsapp. No me salvaba.
A partir de ese momento no pude evitar fijarme y en cada
estación donde íbamos parando yo observaba a través de la ventanilla el
comportamiento de la gente que fuera esperaba la llegada de su tren. Y me
encontraba en todas las estaciones con innumerables personas de todas las
edades usando el móvil en ese momento. Parecían robots. Nunca me había fijado hasta dónde llegaba el asunto. Casi nadie esperaba el tren con la mirada
perdida, pensativo, leyendo el periódico o charlando con el de al lado; estaban
inmersos en su smartphone tocando compulsivamente la pantalla. ¿Nunca os habíais
dado cuenta? Fijaos la próxima vez que vayáis en transporte público o que
estéis esperando el metro.
La verdad es que en ese viaje en el cercanías fui
consciente de cómo han cambiado en unos años nuestras costumbres y cómo éstas
se han adaptado a los nuevos avances tecnológicos. Estar conectados se ha
convertido en una de nuestras necesidades básicas para vivir. Ha cambiado
nuestra forma de vida en muchos sentidos, en casa, en el trabajo, en la forma
de relacionarnos con nuestro entorno, pero… ¿ha cambiado para bien o para mal?
Probablemente haya opiniones para todos los gustos, y es que seguramente el
boom tecnológico de estos últimos años nos haya aportado muchas cosas buenas y
otras no tan buenas.
Está claro que en algunos ámbitos nos ha facilitado mucho
las cosas. Me estoy acordando de situaciones de no hace más de 20 años (que
aunque algunos estéis pensando que de eso hace mucho, a mi se me han pasado
volando…):
Habías quedado con una amiga a las 18h en equis lugar para ir después juntas a otro sitio. El caso es que iban pasando los minutos y tu amiga no llegaba. “Qué tardona” pensabas los primeros 10 minutos de espera; pero cuando había pasado ya media hora y allí no aparecía nadie ya te empezabas a plantear: “¿Le habrá pasado algo?”, “¿Me habré equivocado de sitio y dijimos de vernos en tal otro?”, “¿Y si no era a las 18h cuando habíamos quedado?”…. No sabías si irte y acudir a donde debías encontrarte con el resto de amigos o seguir esperando a tu amiga que igual estaba al caer.
Habías quedado con una amiga a las 18h en equis lugar para ir después juntas a otro sitio. El caso es que iban pasando los minutos y tu amiga no llegaba. “Qué tardona” pensabas los primeros 10 minutos de espera; pero cuando había pasado ya media hora y allí no aparecía nadie ya te empezabas a plantear: “¿Le habrá pasado algo?”, “¿Me habré equivocado de sitio y dijimos de vernos en tal otro?”, “¿Y si no era a las 18h cuando habíamos quedado?”…. No sabías si irte y acudir a donde debías encontrarte con el resto de amigos o seguir esperando a tu amiga que igual estaba al caer.
Hoy en día es tan fácil como mandar un simple whatsapp: “¿Dónde narices estás? Llevo esperando 15
minutos” y contestación: “Lo siento,
he perdido el bus. Ve yendo si quieres donde los otros que luego acudo yo”.
Solucionado. No más esperas con incertidumbre.
También recuerdo cuando siendo adolescente ligabas en la
discoteca y como no existían los móviles
pues no había más remedio que intercambiaros los teléfonos de casa si os
queríais volver a ver. ¡Qué vergüenza cuando te llamaban a casa y se ponían tus
padres!
Luego, afortunadamente, llegaron los móviles (eran bastante grandes, con los años se fueron haciendo cada vez más pequeños y manejables, y ahora la gente se pelea por tener el móvil más grande del mercado), los sms (que facilitaron mucho la labor a muchos tímidos/as a la hora de contactar con la chica o chico que les gustaba), y el mítico Messenger. ¡¡¡Cuántas horas nos habremos pasado pegados al ordenador hablando por msn!!! Con varias conversaciones abiertas a la vez y mandando caritas y zumbidos.
El Messenger ha marcado un antes y un después en la forma de relacionarnos y de seguir en contacto con la gente.
Luego, afortunadamente, llegaron los móviles (eran bastante grandes, con los años se fueron haciendo cada vez más pequeños y manejables, y ahora la gente se pelea por tener el móvil más grande del mercado), los sms (que facilitaron mucho la labor a muchos tímidos/as a la hora de contactar con la chica o chico que les gustaba), y el mítico Messenger. ¡¡¡Cuántas horas nos habremos pasado pegados al ordenador hablando por msn!!! Con varias conversaciones abiertas a la vez y mandando caritas y zumbidos.
El Messenger ha marcado un antes y un después en la forma de relacionarnos y de seguir en contacto con la gente.
Antes, para no perder el contacto nos enviábamos cartas,
de las de toda la vida. Sí, esas que metes en un sobre, le pegas un sello y la
echas al buzón. Hoy en día apenas se usan ya para esos fines, y hace unos años
nos servían para contarnos qué tal lo estábamos pasando en verano o para
mantener el contacto durante el invierno con gente que sólo veías en
vacaciones.
Pero ahora, para eso y muchas cosas más, está el famoso e
imprescindible Facebook. Hoy en día quien no tiene Facebook es considerado raro
y poco sociable. Lo que más mola es tener 400 amigos y si no, no eres nadie.
Cada vez que te vas de fin de semana, de cena o te rascas la cabeza… hay que
poner una foto del momento y publicarlo en las redes sociales para que todo el
mundo se entere. Hay que hacer saber a todos tus 400 amigos la variación de tu estado de ánimo a lo largo del día.
También está muy de moda poner fotos con citas “filosóficas” y "profundas" sobre la vida y sobre el secreto para alcanzar la felicidad que casi nos obligan a sonreír a todas horas, incluso cuando algo te sale mal y lo más apropiado en ese momento sería estar triste o enfadado. En fin… esto nos lo cuentan hace unos años y no se lo cree nadie.
Pero la vida cambia y como es natural vamos adaptándonos a ella, aunque unos más que otros. Unos le sacan partido a las redes sociales, pasan un buen rato y mantienen el contacto con gente que de otra manera no podrían, y otros no pueden vivir sin ellas y sin comprobar cada 10 minutos si tienen un nuevo me gusta o una nueva solicitud de amistad.
También está muy de moda poner fotos con citas “filosóficas” y "profundas" sobre la vida y sobre el secreto para alcanzar la felicidad que casi nos obligan a sonreír a todas horas, incluso cuando algo te sale mal y lo más apropiado en ese momento sería estar triste o enfadado. En fin… esto nos lo cuentan hace unos años y no se lo cree nadie.
Pero la vida cambia y como es natural vamos adaptándonos a ella, aunque unos más que otros. Unos le sacan partido a las redes sociales, pasan un buen rato y mantienen el contacto con gente que de otra manera no podrían, y otros no pueden vivir sin ellas y sin comprobar cada 10 minutos si tienen un nuevo me gusta o una nueva solicitud de amistad.
Y es que con las nuevas tecnologías entran en juego las
nuevas adicciones. Ya hace tiempo que se oye hablar de adicción al móvil, por
ejemplo. Pero, ¿cuándo se trata de dependencia propiamente dicha? Empieza a ser un problema al que se debe
poner solución si se dan, entre otras, estas circunstancias:
- - El día
gira en torno a las redes sociales, whatsapp…
- - Se
comprueba continuamente el móvil
- - Si
se olvida el móvil en casa o se debe estar unas horas sin él se siente
ansiedad y malestar. Se sufre al estar “incomunicado” con la incertidumbre de
si te habrán escrito algo o no
- - El uso del móvil o Internet está provocando problemas en otras áreas de tu vida
como son familia, estudios, trabajo, pareja…
- - Uno
deja de ocuparse de obligaciones por pasar más tiempo con el móvil o en las redes sociales
Seguro que muchos nos sentimos identificados con algún
punto de los anteriores; sobre todo con el de olvidarse el móvil en casa y con
el de comprobar continuamente el móvil. Y es que no sé si os habréis fijado en
que ahora quedas para cenar con tus amigos o a tomar algo y están todos con el
teléfono encima de la mesa (suerte es que no lo tengan en la mano) para estar
pendientes de si les llega un whatsapp; y como no paran de llegar ¡a veces estamos
en silencio y cada uno de nosotros
hablando por whtstapp en vez de con las personas que tenemos enfrente y
al lado y con las que hemos quedado esa tarde para contarnos qué tal la semana!
Una de las consecuencias negativas del desarrollo
tecnológico en este ámbito es este cambio en la forma de comunicarnos, y en
algunos casos se convierte más en una incomunicación.
Pero el uso del móvil, de Internet, de las redes sociales
no es perjudicial ni contraproducente en sí mismo. Todo lo contrario. Puede
brindarnos numerosas posibilidades y mejorar y facilitar nuestra vida. El
problema es el mal uso que se puede hacer de ellos.
Hay quien opina que
internet es un peligro y que no debería existir. Hay quien piensa que internet
es peligroso según el uso que se le dé, igual que en la vida real, y que no por
haber peligros vamos a dejar de aprovechar todas las posibilidades y bondades
que nos ofrece (comunicación, fuente de información, diversión, aprendizaje…).
Podemos hacernos muchas preguntas, por ejemplo: ¿Cómo será la vida dentro de 30 años? ¿mejor
o peor? ¿Llegará un punto en que utilicemos la tecnología para absolutamente
todo? ¿Qué consecuencias tendrá esto? ¿perderemos en calidad de vida o
ganaremos?
¿Y cómo crecerán
los niños que nazcan dentro de unos años? ¿dejará de haber niños jugando en el
parque porque sólo jugarán virtualmente a través de una tablet? ¿llegaremos al
punto de dejar de llevar a nuestros hijos al cole presencialmente por que
aprenderán con un robot desde casa? ¿o la socialización directa de tú a tú no
dejará de existir por mucho que evolucione la tecnología y dispongamos de
nuevos medios? ¿Cómo afectará esta evolución tecnológica en nuestras habilidades y destrezas sociales?
¿Qué opináis?
(Y para hacer honor a este tema no podría dejar de pediros que compartáis el artículo con vuestros ¿500? amigos de Facebook con los botones que encontraréis aquí debajo :-)))
¡Un saludo y hasta la próxima!
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Lo que yo me pregunto es si es bueno o no que prácticamente el primer juguete de un niño sea una tablet... Y no paro de ver a padres orgullosos comentando que su hijo sabe usar fenomenal la tablet con 3 años. ¿no deberían estar jugando a otras cosas a esa edad? A donde vamos ha llegar
ResponderEliminarYo también pienso que tienen que jugar con otras cosas, y seguro que lo hacen a esa edad. Pero con la tecnología "tan a su alcance" (en qué casa no hay una tablet ?) es difícil que no la usen. Eso si, dosificado y puntualmente, no te parece? Es la era de la tecnología .
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